John, el mayor de ambos, venía de una familia de prestigio y algo adinerada. Desde pequeño le enseñaron a ser atento y educado con los demás, sin importar quien fuera. John, era un niño aventurero y revoltoso cuando de juegos con sus amigos se trataba. Era un niño de tez blanca, cabello oscuro y ojos claros como la miel. Como todo niño, disfrutaba pasar tiempo con sus amigos, pero John disfrutaba aún más pasar las tardes después del colegio con su mejor amiga Marie; una tímida niña de cabello rubio, ojos verdes y contextura muy delgada. Acostumbraba llevar vesridos y medias largas, las cuales siempre llegaban estropeadas después de una tarde de juegos con su mejor amigo.
Un día, John y Marie salieron a jugar como todas las tardes lo hacían. Fueron al parque más cercano y jugaron durante horas y horas. Derrepente, ambos escucharon a la madre de John que llamaba desde la vereda de alfrente. Ambos niños se extrañaron, ya que, la hora del té aún no llegaba, pues, el sol no se había escondido aún.
Los niños corrieron donde la mujer, pero ésta le dijo a John que debía irse inmediatamente a casa porque su padre había llegado con nuevas noticias. Marie volvió a su casa preocupada y sola, John siempre acostumbraba ir a dejarla después de cada tarde.
Las horas pasaban y Marie nada sabía de su amigo. Le parecía muy extraño que la madre de John lo haya llamado tan misteriosamente. No le quedaba más que esperar a verlo en la escuela.
Al otro día, llegó al colegio muy entusiasmada e intrigada, pero John no estaba. Entonces, no lo pensó dos veces y, camino a su casa, decidió ir en busca de su amigo. Cuando lo encontró, éste se veía algo diferente, la sonrisa que solía tener ya no estaba y la energía que lo caracterizaba había desaparecido.
John salió a recibir a si amiga y le comunicó la mala noticia. John debía partir en menos de ocho horas a Australia por motivos de trabajo de su padre. Inmediatamente Marie rompió en llanto, ya que, a pesar de su corta edad cada uno sabía cuan importante era el uno para el otro porque habían pasado gran parte de sus vidas juntos.
Pasaron los años y nunca volvieron a tener contacto, cada uno recordaba aquellas tardes de juegos e inocencia en el sur de los Estados Unidos, pero no quedaba más que en lindos recuerdos.
Un día, Marie, después de planear y juntar dinero durante muchos años, decide cumplir su máximo sueño: conocer la bella y romántica ciudad de París.
Por su parte, John, gracias al éxito que tuvo su familia, gran parte de ella se mudó a diferentes lugares del mundo. Uno de sus hermanos hizo su vida en Francia y lo invitó a pasar las vacaciones de verano en el lugar.
En una tibia tarde de paseo por la ciudad, Marie se encontraba observando los paisajes del lugar desde las alturas de la Torre Eiffel. Considentemente, John tomaba un café por las cercanías del lugar cuando derrepente la vió, y la reconoció enseguida.
Rapidamente se acercó al lugar y subió tan pronto como pudo, pues había esperado ese momento por muchos años. Ahora la tenía a sólo a unos pasos de distancia, su corazón latía cada vez más rápido, ella le daba la espalda, no sabía que el estaba ahí. John, decidido a hablarle a su eterno amor, avanzó dos pasos, a un segundo de tocar su hombro hubo algo que lo detuvo, una tierna voz infantil que decía: "¡Mami, mami, ven a ver lo que descubrió papá! ". Enseguida John decide voltear y no ser visto por Marie. Él no podía creer que había esperado tanto tiempo por reencontrarse con ella, pero ella ya tenía una linda familia conformada.

Sin duda, tal momento no fué como John lo había pensado, y seguramente Marie tampoco habría sabido que decir. La espera se volvió eterna, pero el recuerdo de ese inocente, sincero y eterno amor sería inolvidable. Ya era hora de que continuaran sus vidas, pero cada uno por siempre viviría con los momentos y reales sentimientos que sintieron alguna vez en ese pequeño pueblo al sur de los Estados Unidos.



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